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martes, 24 de enero de 2012

Louis Billot: El cardenal que renunció a la púrpura



Yo estudié toda la teología con las obras del cardenal Billot.
--Testimonio del P. Leonardo Castellani
en Pablo Hernández, Conversaciones con el Padre Castellani (1977).

La nota es de Filippo Rizzi* y fue publicada en el periódico de los obispos italianos Avvenire el 15-12-2011 [Avvenire, vía el blog del Instituto Humanitas Unisinos, vía Fratres in Unum.com]. La traducción es nuestra.


“Habiéndose retirado a Galloro, el venerable Padre Billot vivió del todo apartado, ocupándose apenas de la oración y el estudio, dando a sus cofrades admirable ejemplo de humildad y obediencia religiosa.” Ese fue el lacónico y conciso comentario publicado en enero de 1932 en la revista La Civiltà Cattolica en ocasión de la muerte —ocurrida hace 80 años, el día 18 de diciembre de 1931— del Padre Louis Billot: jesuita, eminente teólogo neotomista, más conocido sobre todo por haber sido cardenal y después haber renunciado a la púrpura. El hecho —rarísimo en la historia de la Iglesia— tuvo lugar el 14 de septiembre de 1927 y causó escándalo. Una semana después el diario Il Popolo d’Italia lo describe con vivacidad simbólica: el cardenal que había puesto en San Pedro la tiara sobre la cabeza del neo-electo pontífice Pío XI el 12 de febrero de 1922 (era justamente Louis Billot el que lo hizo) ponía ahora en manos del mismo Pontífice la púrpura y el capello, volviendo al estado de simple religioso.

E hizo eso en vez de retractarse de su manifiesta simpatía por la Action Française de Charles Maurras, condenada en 1926 por el ahora reinante Pío XI. Pero Louis Billot no merece ser recordado sólo por este gesto: a 80 años de su desaparición, aún permanece viva la actualidad de un estudioso que fue considerado la estrella polar por el refinamiento de su investigación en el campo de la teología dogmática y en la escolástica hasta el Vaticano II. No por casualidad, sus famosos tratados De Verbo Incarnato, De gratia Christi y De Ecclesia Christi se convirtieron en clásicos.

Discípulos de su escuela son importantes teólogos del siglo XX como Pietro Parente, Carlo Figini o el memorable Jules Lebreton. Sus estudios sobre la disciplina de los sacramentos fueron un punto de referencia para grandes teólogos del post-concilio como Karl Rahner y Edward Schillebeeckx, como ha documentado el ensayo reciente de Giancarlo Vergano La forza dalla grazia: La teoria della causalità sacramentale di L. Billot (Cittadella).

Académico de raza que restauró en las cátedras de los ateneos pontificios romanos la actualidad del pensamiento de Santo Tomás de Aquino, por expreso deseo de León XIII, Billot fue convocado a la cátedra de Dogmática de la Gregoriana (1885). Pero la influencia teológica del jesuita francés, originario de Metz, se impondrá sobre todo durante el pontificado de Pío X: no es novedad que el hijo de San Ignacio será uno de los redactores de la encíclica Pascendi que condenaba el modernismo. Uno de los méritos por los cuales el Papa Sarto lo creará cardenal en 1911. ¿Cómo fue, por lo tanto, que un teólogo tan popular ante la Sede Apostólica hará un gesto tan desconcertante como la renuncia a la púrpura?

Para revelar hoy la verdadera dinámica del caso Billot existe una investigación conducida en 2009 por el prefecto del Archivo Secreto Vaticano, el obispo barnabita Sergio Pagano, ahora publicada en las “Collectanea Archivi Vaticani 68”, Il Papato Contemporaneo (Libreria Editrice Vaticana). Investigación hecha posible gracias a la desclasificación de los documentos de dicho Archivo correspondientes al papado de Achille Ratti (1922-1939).

La investigación permite iluminar la situación embarazosa creada en el episcopado francés —particularmente el cardenal de Bordeaux, Paul Andrieu— por los testimonios de aprecio (incluyendo una nota dirigida al periodista Léon Daudet) enviados por el Cardenal Billot a algunos miembros de la Action Française, el movimiento político que buscaba el regreso de la monarquía a Francia.

En el origen del conflicto estuvo, sobre todo, la “baja tolerancia”, devenida posteriormente “irritación”, de Pío XI hacia un cardenal de la Curia que, con sus declaraciones, hacía de contrapunto con la posición oficial de la Santa Sede, contraria a una confrontación con la Francia republicana de ese tiempo. En torno al caso Billot, se desarrolló subterráneamente una verdadera tratativa diplomática, hecha de contactos y mediaciones, y conducida en “absoluto secreto”, y que tuvo como actores al Secretario de Estado cardenal Pietro Gasparri, al prepósito superior de la Compañía de Jesús, Wlodimir Ledóchowski, y al nuncio Francesco Borgoncini Duca. Pero no fue todo.

Como testimonio del clima de tensión que se estaba espesando en el Vaticano —como bien documenta la investigación de Pagano— quedan las palabras del Cardenal en el acto de su dimisión (“La passion est plus forte que moi”) y un último intento, para muchos ingenuo, de parte de Billot de retirarse a una casa jesuita en Francia para continuar así cerca de la Action.

“El prudente superior Ledóchowski —escribe Pagano—, sabiendo que el Papa nunca consentiría en esto, eligió enviarlo a la tranquila y aislada casa de Galloro”, cerca de Ariccia (Roma). Para alejar cualquier rumor y “poner coto a las leyendas” en torno a su salida del Sacro Colegio, el mismo Billot escribió de su puño y letra, el 2 de marzo de 1928, una carta clarificadora enviada al nuevo director de Études, Henri du Passage, en la que explicaba el sentido de su decisión de volver a ser un simple jesuita y así prepararse “para la buena muerte”.

Y la elección del “claustro” en nombre de la más rígida pobreza religiosa fue realmente sincera, y es también consistente con el carácter de Billot, como confirmaba Ledóchowski en una carta a Pío XI: “Su Santidad debe rezar por el pobre sacerdote que evidentemente, como pude de nuevo confirmar estos días, tiene ciertas ideas fijas, de las que no pudo liberarse.”

Más allá de las declaraciones oficiales, reportadas en ese tiempo por La Civiltà Cattolica y L’Osservatore Romano, en las que el Papa lamentaba como “pérdida no menor” la renuncia a la púrpura del jesuita de Metz, la prensa internacional de la época (salvo excepciones), interpretó la figura de Billot como una “víctima sacrificial” del sistema curial romano.

Pero la verdad histórica de aquellos hechos es mucho más compleja, según Monseñor Pagano: “Los eventos finales del singular movimiento de la Action Française, sin embargo, dieron la razón a la previsión de Pío XI que, en el caso Billot, considerando todo, hizo uso de ‘insigne benevolencia’, soportando con paciencia hasta lo tolerable que el irrefrenable purpurado francés, bajo sus ventanas, hiciese continuas declaraciones de apoyo del movimiento reaccionario, al que reivindicaba continuamente la libertad de acción en el ámbito político.

“Tomada la medida, por el decoro de la Santa Sede y la pacificación del clero francés, la única solución posible era su dimisión.” Un gesto romántico que ochenta años después aún siegue siendo emblemáticamente fuerte y, más allá del refinamiento y agudeza teológica del protagonista, es objeto de admiración y estima de partidarios “insospechables” como el cardenal Giacomo Biffi y el senador Francesco Cossiga, y también por el jesuita y cardenal Carlo Maria Martini, el que, precisamente en Galloro consultó documentaciones inéditas sobre la vida de su cofrade francés.

*Filippo Rizzi, nacido en 1973 en Roma, es Licenciado en Letras, periodista del periódico Avvenire en Milán desde mayo de 2001.

1 comentario:

ErmitañoUrbano dijo...

Karl Rhaner y el Padre Dominico Schillebek crearon una gran confusión en la Iglesia. El segundo en su libro "Teólogo feliz" niega el misterio trinitario. <De ahí en adelante todo.